El cambio climático

Por Antonio Elio Brailovsky

Los fenomenos ambientales ocurren y nuestra dirigencia politica es la ultima en enterarse de sus implicancias y, a menudo, de su misma existencia.

Entre nosotros, la inundacion de la ciudad de Santa Fe fue vista como un evento casi accidental. Fue necesario que el huracan Katrina destruyera Nueva Orleans para que muchos comprendieran que el cambio climatico no es solamente un hecho natural. Si un evento de origen natural afecta de peor manera a quienes son negros y pobres, estamos ante situaciones de profundas consecuencias sociales.

A pesar de ello, no estamos trabajando como sociedad en lo esencial del cambio climatico, que es: ¿como nos adaptamos a una epoca con mayores inundaciones en las zonas humedas y sequias mas intensas en las zonas aridas y semiaridas?

Nuestros dirigentes no se plantean estas preguntas y cuanto antes logremos incorporarlas a la agenda politica, vamos a estar mejor preparados para los tiempos dificiles que se vienen. Por eso, este mensaje es un recordatorio de la necesidad de ocuparnos del tema y reclamar que las autoridades cumplan con su parte.

El cambio climático en la Europa de Shakespeare

El siguiente es un texto literario que expresa el desconcierto de las personas cuando se producen cambios inesperados en los parametros del clima, tomado de la comedia “Sueño de una noche de verano”, de William Shakespeare. Fue escrito hacia 1585, y tal vez este reflejando los cambios ocurridos en la vida cotidiana de Inglaterra durante la llamada “Pequeña Edad del Hielo”, iniciada en el Renacimiento y culminada hacia 1850. Es decir, un fenomeno opuesto al actual calentamiento global. En ese tiempo se abandonaron amplias zonas de cultivo y los glaciares avanzaron sobre muchos poblados de Europa. Los climas mas frios hicieron que la madera de los arboles fuera mas densa; a esto se atribuye parcialmente el extraordinario tono de los violines de Antonio Stradivarius.

TITANIA: Todo eso son ficciones de los celos. Desde el principio del verano no nos hemos encontrado en cerro, valle, prado o bosque, junto a fuente pedregosa o arroyo con juncos o a la orilla arenosa de los mares, bailando al son del viento, sin que tu nos perturbes la fiesta con tus quejas.

Los vientos, silbandonos en vano, como en venganza, sorbieron de la mar brumas malsanas que, al caer en la tierra, han hinchado de tal modo los rios mas menudos que los han desbordado de su cauce.

El buey ha tirado inutilmente del arado, el labrador ha malgastado su labor y el trigo verde se ha podrido aun tierno. En el campo anegado el redil esta vacio y los cuervos se ceban en las reses muertas. El terreno de los juegos se ha embarrado y, por falta de uso, los senderos apenas se distinguen invadidos de hierba.
Los mortales añoran los gozos del invierno: ni canticos ni himnos bendicen ya la noche. Tu has hecho que la luna, que rige las mareas, palida de furia bañe el aire causando multitud de fiebres y catarros.

Con esta alteracion estamos viendo cambiar las estaciones: la canosa escarcha cae sobre la tierna rosa carmesi y a la helada frente del anciano Invierno la ciñe, como en broma, una diadema de fragantes renuevos estivales. Primavera, verano, fecundo otoño, airado invierno, se cambian el ropaje y, viendo sus efectos, el aturdido mundo no sabe distinguirlos.

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