El grito de Javier

Por Oscar Taffetani (APe)

En febrero de 2007, lanzada la carrera entre Jorge Telerman, Daniel Filmus y Mauricio Macri por la jefatura del gobierno porteño, un incendio arrasó Villa Cartón, dejando a la intemperie a 2.300 personas.

Telerman -jefe de gobierno post Cromañón, que aspiraba a validarse en las urnas- actuó con rapidez, movilizando a equipos de Guardia Urbana, Higiene Urbana, Buenos Aires Presente y otros de nombres parejamente auspiciosos.

Villa Cartón, pequeño asentamiento formado a principios de los ’90, obtuvo en 2006, gracias a la lucha de cuatro valientes mujeres, la sanción de la ley 1987, que adjudicaba a sus habitantes un terreno en el Bajo Flores y vivienda digna.

Pero los vecinos del Bajo Flores no quisieron villeros ni cartoneros en su barrio. Una insistente prédica fascista (ésa que asocia pobreza con inseguridad) les había inoculado el miedo, y por eso los rechazaron.

Entonces, los funcionarios de Telerman salieron a apagar ese incendio político con las herramientas disponibles, y no hallaron mejor salida que alojar a las 450 familias sin techo en 20 hileras de casillas construidas a velocidad en los fondos del Parque Roca, junto al Riachuelo.

La promesa del candidato Telerman fue “viviendas transitorias ahora, mientras se construyen las definitivas en 120 días”.

Como es de suponer, los 120 días de la “vivienda definitiva” llegaban justo, justo, al fin de mayo, es decir, a la víspera de las elecciones.

Lo que vino después es conocido. Telerman hizo una pésima elección, sus colaboradores lo abandonaron con la velocidad aprendida y los alojados-desalojados de Villa Cartón (“descartados”, deberíamos decir) fueron olvidados en Parque Roca, sin que las nuevas autoridades porteñas (tan frías y especuladoras como las anteriores) hicieran un mínimo esfuerzo por resolver el problema.

El centro de evacuados en Parque Roca cuenta con una sala de primeros auxilios, pero no hay quien la atienda. Tan sólo se acercan, los jueves por la tarde, algunos jóvenes médicos egresados de una universidad cubana.

No hay gas para las casillas, y las instalaciones eléctricas son precarias. El agua corriente casi no tiene presión, y si quieren bañarse deben hacerlo con los bidones de agua potable que les acerca el municipio.

Vida descartable

En esa precariedad prolongada, en esa excepción permanente, no es extraño que un bebé de cuatro meses llamado Javier, sexto hijo de una pareja adolescente formada por Andrea y Roberto, haya agonizado el jueves 14 de junio, con un cuadro de asfixia, sin posibilidad de atenderlo a tiempo ni de llevarlo a tiempo al hospital más cercano.

“¿Cuántos chicos más tienen que morir para que miren lo que pasa acá?”, dijo desconsolada Susana, una de las delegadas del grupo, a un periodista.

El ex candidato Telerman, versátil funcionario que aspira a reciclarse por enésima vez en un gobierno, hoy no pasa por el Parque Roca. No vaya a ser que alguien le reclame por sus promesas de candidato.

El actual Jefe de Gobierno, Mauricio Macri, tampoco pasa. Un fallo judicial ordenó hace tiempo a la Ciudad que provea a los alojados de Parque Roca de transporte eficaz y de servicio médico permanente. Pero la orden no se cumple. Y el jefe de gobierno sólo tiene ojos y oídos para su posible candidatura nacional, en 2011.

El ex candidato Filmus, actual Senador de la Nación, tampoco ha incluido en su agenda parlamentaria, atravesada por asuntos candentes del Mercosur, el tema de los evacuados de Villa Cartón.

Apenas un año y medio ha pasado desde el incendio de Villa Cartón, y parece que fuera un siglo.

Javier, este bebito que murió la semana pasada, tenía sólo cuatro meses. Era hijo del alojamiento transitorio. Hijo de la excepción. Vida descartable. Por eso la ciudad no nota su ausencia. Ni los funcionarios.

Nadie escucha el grito ahogado de Javier. Su quejido. Su último suspiro.

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