El vaudeville del Argerich

Recapitulemos: el ex ex director del Hospital Argerich, Donato Spaccavento, quedó cesante, pero la justicia lo repuso en su cargo. Su señoría es el temible juez Gallardo, a quien Pablo Tonelli, Procurador General de la Ciudad, ordenó quitarle 300 causas por supuesta animosidad manifiesta contra el Gobierno local (a Tonelli le fue mal, pero esa es otra historia).

¿Cuáles fueron las causas del despido del director del Argerich? Básicamente una: criticar al Gobierno de Macri. Más precisamente, la forma en que se estaba implementando un nuevo sistema de compras de medicamentos centralizado, que habría dejado sin varios insumos críticos al nosocomio.

Spaccavento milita en el kirchnerismo y no es descabellado suponer que el Argerich sea una colina a retener mientras se libra la madre de todas las batallas: la conquista del territorio de la Ciudad de Buenos Aires con miras a las elecciones 2009. Pero también es cierto que la crítica fue técnica, aunque haya tenido tintes políticos.

La reacción de Macri no se hizo esperar. Apuró los plazos de un concurso de antecedentes en ciernes para ocupar cargos directivos en todos los hospitales porteños. A Spaccavento le ofrecieron concursar, junto a los demás directores en ejercicio de los hospitales de la Ciudad. Antes le pidieron la renuncia a todos. Pero sólo se la aceptaron a él y a otro director en edad de jubilarse. El damnificado lo explica así: “Macri le quitó al acto de renunciar el principio de voluntad que debe sostenerlo, abusaron de mi buena fe, cuando presenté mi renuncia fue con un fin y lo utilizaron para otro” (Crítica de la Argentina 01/12/08).

El siguiente capítulo de este insólito enfrentamiento tuvo lugar cuando el Juez Roberto Gallardo hizo lugar a un recurso de amparo presentado por el damnificado y ordenó reponerlo en su cargo. Macri elevó la apuesta: decretó la intervención del hospital.
Así las cosas, durante un par de jornadas las escaramuzas se libraron en torno a la reconquista del despacho de director del hospital. “Estoy acá avalado por la Justicia y por la ley. No hay motivo para intervenir el hospital. Para que eso ocurra debe haber una causa sanitaria, edilicia o administrativa que lo justifique”, dijo Spaccavento en declaraciones al periodismo (Página 12, 01/12/08). Ahí se interpone el Juez de la causa con una nueva medida: dispone una custodia policial que acompaña al interventor hasta la puerta de entrada con instrucciones de impedirle en lo sucesivo el paso al interior del edificio.

El interventor es Pérez Baliños, que “se desempeña como director general de la región sanitaria y fue funcionario de Héctor Lombardo durante el gobierno de Fernando de la Rúa”. (Clarín 01/12/08).

Nos vamos a hacer presentes y si la policía no me deja entrar voy a hacer mi tarea desde el bar de enfrente”, dijo Néstor Pérez Baliño (Crítica de la Argentina, 04/12/08). En fin, dicen que uno es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios, pero si Pérez Baliño hace honor a lo que dijo, puede llegar a ser por demás instructivo verlo constituir su vivac de campaña y desplegar la logística de comunicación y abastecimiento frente a la ciudadela enemiga. No se si Uds. se sienten conmovidos por este tipo de decisiones, aunque no estemos de acuerdo con ellas. A mi me evoca la resistencia francesa, los maquis, Charles De Gaulle y porqué no Churchill (“no tengo otra cosa que ofrecerles más que sangre, sudor y lágrimas”).

Toda esta cuestión tiene otros ribetes farsescos, como por ejemplo el “concurso” para ocupar cargos de director de hospital que exigen al menos 400 horas de cursos de capacitación (que desde luego Spaccavento no tiene, y no resulta probable que le computen sus horas de trabajo en el cargo –la práctica,según Mao, es la gran generadora de conocimientos– o como Secretario de Salud de la Ciudad de Buenos Aires o Ministro de Salud en Santiago del Estero). Esa carencia “académica” sería, según el Jefe de Gabinete Horacio Rodríguez Larreta, la razón por la cual se lo excluyó de la compulsa.

Todo muy lamentable y deprimente. Sin embargo, quisiera cerrar estas reflexiones con una nota positiva: el sábado 6 atendí una llamada oficial en la que me pedían disculpas por los inconvenientes que me pudieran causar el arreglo de 25 mil baches en la Ciudad. Conmovido por el delicado gesto respondí ¡No problem! , sin importarme que fuera una voz grabada.

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