RECOMIENDAN SOLICITAR A LA UNESCO QUE ÁREAS DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES SEAN RECONOCIDAS COMO PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD EN CARÁCTER DE PAISAJE CULTURAL

Por Antonio Elio Brailovsky

Existe desde hace tiempo el sentimiento de que Buenos Aires posee suficientes valores patrimoniales como para tener un reconocimiento mundial. Sin embargo, siempre jugaron en contra prejuicios eurocéntricos.
Por ejemplo, en la UNESCO discutieron acaloradamente si podía considerarse como auténtico un palacio feudal japonés construido en madera, porque decían que todas las tablas habían sido cambiadas en el curso de los siglos. Habituados a construir en piedra, miraban con desconfianza todo lo que no fuera hecho de granito.

Para la mirada europea, un área patrimonial debía ser homogénea. Un centro histórico con una catedral gótica y una muralla medieval que encierre un barrio con casas del mismo siglo era su ideal para la preservación patrimonial. Se trata de una situación posible, pero hay muchas más, que la mirada de los prejuicios no siempre puede ver.

En el caso de Buenos Aires, su esencia (es decir, lo que tiene valor patrimonial) es su heterogeneidad. Buenos Aires es una ciudad diversa y esa falta de homogeneidad es uno de sus valores fundamentales. Además, Buenos Aires tiene una relación única con el Río de la Plata. Es la única gran ciudad del mundo que está junto a un río de una sola orilla, lo que significa una condición pasajística singular. A lo largo de los siglos, Buenos Aires ha establecido una costa móvil sobre el Plata, en un continuo avance, que generó al mismo tiempo problemas ambientales y obras patrimoniales.

Agreguemos el carácter excepcional de una Reserva Ecológica junto al centro de la Ciudad. Pensemos a cuántos kilómetros del centro de París o Roma se encuentran ecosistemas equivalentes a los que había cuando esas ciudades se fundaron.

Precisamente esta relación es la que posibilita definir a la Ciudad de Buenos Aires como “una obra conjunta del hombre y la naturaleza” y pedir a la UNESCO su calificación como Paisaje Cultural, una categoría en la que ya se encuentra la Quebrada de Humahuaca.

La historia comienza a fines del año pasado, cuando la Directora General de Patrimonio de la Ciudad, Arq. María de las Nieves Arias Incollá, le pide al Arq. Ramón Gutiérrez que investigue la posibilidad de pedir la declaración de Buenos Aires como Patrimonio de la Humanidad. Gutiérrez propone la línea de Paisaje Cultural y convoca a un equipo profesional para realizar la correspondiente investigación que fundamentara la propuesta.

BUENOS AIRES PAISAJE CULTURAL: REQUERIMIENTOS UNESCO PAISAJE CULTURAL

Por Ramón Gutiérrez, Antonio Elio Brailovsky, Juan Martín Repetto, Graciela Viñuales, Nélida Harracá, Patricia Méndez y Florencia Barcina.
Estas reflexiones tienen como objetivo analizar el encuadre que estamos dando al tema de Buenos Aires “Paisaje Cultural” a partir de las requisitorias que exige la UNESCO.

Este es el “Escenario” en el cual entendemos debe plantearse el tema de Buenos Aires “Patrimonio de la Humanidad”, caracterizado sobre todo en la apoyatura de sus valores patrimoniales ambientales y construidos, pero articulados por su vida cultural y social, que en este caso adquiere un papel relevante en la medida que tiene un reconocimiento universal por la multiplicidad y calidad de las actividades que se generan en la ciudad.

Este “escenario” se complementa con información puntualizada que permite ratificar la existencia de un patrimonio natural y un patrimonio construido de valores históricos y culturales. No se trata de una alternativa excluyente sino de una necesaria lectura complementaria para valorar como “Paisaje cultural” a la ciudad.

(Tomado de “Directrices prácticas sobre la aplicación de la Convención para la Protección del patrimonio Mundial”. Centro del Patrimonio Mundial. UNESCO. París. 1999. Artículos 36 a 42)

PAISAJE CULTURAL

Art. 36
Buenos Aires representa una “obra conjunta del hombre y la naturaleza”. Uno de los elementos de la naturaleza: el Río de la Plata, uno de los estuarios más grandes del mundo, define el sitio del emplazamiento, la vocación portuaria de la ciudad y condiciona no solamente su desarrollo económico (el puerto como fuente de recursos) y social (la inmigración de millones de europeos), sino también la traza y el tejido urbano (sucesivos ensanches de la ciudad sobre el río). Otro elemento natural, la llanura pampeana, posibilita la aplicación extensiva de la traza colonial del damero, extendiéndose en las sucesivas instancias históricas a partir de una topografía que facilita el sentido ilimitado del territorio.
Buenos Aires “ilustra la evolución de la sociedad”, “a lo largo de años”. El “entorno natural” es agente activo “de las ventajas y desventajas” en la articulación entre el soporte natural y el paisaje cultural que la ciudad va creando. La sociedad de Buenos Aires se conforma a partir de esa masiva migración de las últimas décadas del siglo XIX y primeras del siglo XX, como expresión integradora de la heterogeneidad y de la diversidad cultural. Las ventajas derivadas del puerto, la capacidad de concentración económica de la riqueza del país en el período de inserción en la economía mundial, la potencialidad del Río de la Plata marcan el carácter de la ciudad. Las desventajas fruto de las condiciones climáticas (sudestadas), las inundaciones generadas por los arroyos y zanjones, llevan a estrategias de entubamiento y a definir el perfil de ciertos barrios porteños con sus propias características (La Boca del Riachuelo).

“Su valor universal excepcional” se manifiesta en la articulación de las dos grandes manifestaciones naturales: el Río de la Plata y la llanura pampeana que configuran una primera identidad de la ciudad. La traza de base geométrica, la centralidad de las funciones a partir de la Plaza Mayor, los procesos de integración arquitectónica en un paisaje urbano que se aproxima al modelo de las grandes capitales europeas, la apertura de grandes avenidas (Avenida de Mayo y 9 de Julio) y la formación de una gran “Reserva ecológica” sobre el río y muy próxima al centro de la ciudad, le dan el carácter de “excepcionalidad”. Su valor universal se refleja en la capacidad de integrar las diversidades culturales, articulando formas de expresión cultural propias reconocidas universalmente en su música (tango), su literatura, la densidad de sus actividades culturales y los modos de vida variados y expresivos de esas variadas vertientes étnicas.
La UNESCO no ha valorado en América Latina las ciudades del siglo XIX (a excepción de Valparaíso) y Buenos Aires expresa el testimonio más pujante de la ciudad consolidada en el período de formación de las nacionalidades americanas. Ciudad capital, valorada desde el siglo XIX como expresión de la cultura y el progreso y reconocida universalmente por la singularidad de la conectividad entre la concreción física de la ciudad, el paisaje natural sobre el que se asienta y la modalidad peculiar de sus actividades culturales.

Su “singularidad” en el concierto de las ciudades americanas es su imagen europea, configurada por el trasplante de los inmigrantes y su cultura, que se “mestizan culturalmente” con los criollos americanos y forman rasgos especiales de la personalidad del habitante de la ciudad. “La representatividad en términos de región cultural claramente definida” y “su capacidad de ilustrar los elementos culturales esenciales y distintivos de dichas regiones” está implícita en esta peculiar manera de testimoniar un proceso universal del siglo XIX con la movilidad de población y capitales, el desarrollo de la economía mundial, y el ciclo de urbanización y de metropolización posterior. Buenos Aires es el mejor exponente del desarrollo de una ciudad americana en esta interfase del siglo XIX al XX y los elementos patrimoniales de su arquitectura y urbanismo así lo evidencian. Los propios elementos naturales, el Río de la Plata y la llanura pampeana fueron modificados en este proceso adaptándolos a los requerimientos funcionales de la nueva urbe (puerto Madero y puerto nuevo, urbanización de la costa, extensión de la jurisdicción urbana integrando la llanura pampeana, etc.)

Art. 37
“El término “paisaje cultural” comprende una gran variedad de manifestaciones de la interacción entre el hombre y su entorno natural”. Efectivamente Buenos Aires configura una manifestación urbana, sin predominancia rural aunque durante varios siglos su economía y su sociedad estuviera articulada a los modos de producción agrícolas-ganaderas. La interacción entre la ciudad y el Río de la Plata, o con la llanura pampeana, de la cual aparece como una prolongación construida, se manifiesta en todos los tiempos históricos y hasta en nuestros días no faltarán proyectos para “urbanizar” el río, ni medidas para mejorar la calidad de vida en el aprovechamiento cultural y social de las costaneras. Esa visión de un “paisaje cultural” tomada desde una ciudad y no desde el medio rural, es una de las posibilidades que la UNESCO está explorando para aquellos casos donde la actividad del patrimonio cultural tangible e intangible sirve de elemento de conectividad entre la naturaleza y la obra del hombre. Buenos Aires al crear en los últimos años del siglo XX un espacio para la Reserva Ecológica, muestra la convicción de la importancia de la dinámica entre la construcción de la ciudad conjuntamente con aquellos espacios donde la presencia de lo natural adquiere relevancia.

Art. 38
“Los paisajes culturales reflejan a menudo técnicas concretas de utilización viable de las tierras, habida cuenta de las características y los límites del entorno natural”. Buenos Aires, desde las primeras décadas del siglo XX fue planteando las modalidades de aprovechamiento de las condiciones naturales del Río de la Plata. La formación de la Costanera Sur como balneario y luego de la Costanera Norte como lugar de recreación (sobre proyecto del paisajista francés Forestier), han ido generando diversas formas de valoración de estos espacios naturales. También desde el punto de vista funcional, la apertura de los canales de acceso al puerto Madero en el XIX, la localización del gran Hotel de Inmigrantes y la formación del Puerto Nuevo en el XX, son indicativas de el aprovechamiento funcional del recurso natural, que se prolongará con la Ciudad Universitaria y el Parque de los Niños en nuestros días.

Los procesos de canalización y entubamiento de los arroyos y zanjones fueron medidas que vinculadas a las obras de infraestructura, saneamiento e instalación de los servicios ferroviarios y tranviarios dejaron huellas en la traza urbana y comprometieron las modalidades de expansión de la ciudad. “La relación espiritual específica con la naturaleza” se ha manifestado en rasgos de la psicología social del habitante de la ciudad (el sentido de infinitud de la pampa, la necesidad de colocar hitos culturales que equilibren el paisaje y signifiquen gestos de presencia simbólica, como el Obelisco, la convicción de que la tecnología resuelve los problemas derivados de las condiciones naturales como las inundaciones)

“Conservando al mismo tiempo o realzando los valores naturales del paisaje”. En este sentido la configuración de la Reserva Ecológica configura un aporte singular, que unido a los Programas municipales de “Buenos Aires y el río” y las obras de recuperación de la Costanera Sur marcan la voluntad de una puesta en valor que deberá continuarse con el saneamiento del Riachuelo y la solución de algunas de las canalizaciones. Los trabajos para asegurar las calidades fluviales del Río de la Plata contribuyen sin duda al “mantenimiento de la diversidad biológica” en una de las cuencas más importantes del continente.

Art. 39
Tres Categorías principales de Paisajes Culturales.

i) “Paisaje claramente definido, concebido y creado intencionalmente por el hombre”. Buenos Aires es una construcción cultural. Es un paisaje natural moldeado por el hombre que se verifica en las modificaciones a la topografía, a la línea de costa y a la construcción de grandes espacios verdes. El parque de Palermo creado a semejanza del Central Park neoyorquino, las trazas del paisajista francés Carlos Thays, los bordes costeros planteados por Forestier y los concretados por Benito Carrasco. Más del 50% del área urbana que se considera merece ser nominada “Paisaje cultural” corresponde a espacios verdes de uso público.

ii) “Paisaje esencialmente evolutivo” que “ha alcanzado su forma actual por asociación y como respuesta a su entorno cultural”. En el caso de Buenos Aires la configuración de la ciudad sobre el río ha articulado permanentemente el soporte natural con las necesidades generados por la vida urbana. La dinámica del cambio ha sido uno de los motores que están implícitos en la mentalidad del habitante de la ciudad. Las modalidades de uso han ido generando los cambios en el paisaje. La costa varió de lugar de pesca y limpieza de ropa, a puerto, luego a balneario, posteriormente a paseo urbano y parcialmente a la apertura a otras actividades culturales y deportivas. En las últimas décadas la recuperación del antiguo Puerto Madero para usos públicos y la generación de la Reserva Ecológica señalan las virtudes de esta asociación entre la ciudad y su entorno natural.

Se trata obviamente de “un paisaje vivo que conforma su función social activa en la sociedad contemporánea, estrechamente vinculado al modo de vida tradicional y en el cual prosigue el proceso evolutivo. Al mismo tiempo, presenta pruebas manifiestas de su evolución en el transcurso del tiempo”. La Buenos Aires que se piensa como “Paisaje Cultural” es una ciudad cargada de esa dinámica vital que potencia permanentemente los valores de sus modos de vida con la jerarquización de sus vínculos con el paisaje natural y el espacio construido de valor patrimonial.

iii) “El paisaje cultural asociativo” basado en “la fuerza de evocación de recuerdos religiosos, artísticos o culturales”. Buenos Aires ha construido imaginarios míticos a partir de la universalización de su literatura y de las letras del tango. La definición de “sitios” de la ciudad, de “paisajes” del centro y del arrabal, De una cultura que se asocia con espacios inasibles y que evoca acontecimientos artísticos y culturales de connotación histórica. Esta construcción de un “paisaje cultural” ceñido por una red de asociaciones y referencias que potencian la imaginación y motivan a la valoración del patrimonio intangible como conector esencial de aquella antigua relación entre el medio ambiente y la construcción del patrimonio tangible que ha concretado la comunidad.

Art. 40
“La extensión de un paisaje cultural que se ha de inscribir en la Lista del Patrimonio Mundial está delimitada por su funcionalidad e inteligibilidad”. El área que se ha definido contempla el eje del río y los procesos de urbanización que lo signan históricamente. Abarca también aquellos elementos del patrimonio urbano y arquitectónico que están tutelados por las ordenanzas de Áreas de Protección Histórica (APH), los Monumentos Históricos Nacionales y los edificios Catalogados por el Gobierno de la Ciudad. Incluye los centros de actividad social y cultural que actúan como fundentes de la integración entre medio natural y cultural. Finalmente integra buena parte de los sitios “míticos” de significado simbólico que hacen de Buenos Aires una leyenda universal construida por la literatura, los viajeros, los cronistas y la letra popular de los tangos. Por lo tanto “representa la totalidad del paisaje cultural que ilustra”. Se ha adoptado el criterio de la continuidad geográfica y la formación de un espacio que testimonia el conjunto de los valores. Esta área no descarta la generación de otros “itinerarios” sesgados que permitan potenciar las diversas lecturas del “paisaje cultural” de Buenos Aires.

Art. 41
“Criterios generales para la conservación y la gestión”. Justamente el área propuesta para la declaratoria es una zona que está sujeta a “protección jurídica y contractual y de protección tradicional adecuada y de mecanismos de gestión”. El deslinde de la misma está alcanzada por las normativas urbanas vigentes a escala del Gobierno de la Ciudad, así como las declaratorias de Monumentos Nacionales y de las de protección de edificios públicos. El área será definida desde el punto de vista jurídico y se propone una autoridad de aplicación específica para asegurar su tutela y puesta en valor. Esta inserta dentro de las normas de planificación urbana vigentes y algunos distritos involucrados tienen ordenanzas específicas (APH, Área de Centro Histórico, Legislación ambiental) y por ende estará “claramente especificada en la propuesta de inscripción”.

Art. 42
“La existencia de una categoría de “paisajes culturales” incluida en la Lista de Patrimonio Mundial, no debe excluir que se sigan inscribiendo sitios de importancia excepcional en relación con criterios aplicables a los bienes tanto naturales como culturales. En tales casos, su valor universal excepcional debe justificarse con arreglo a ambas categorías de criterios”.

Entendemos que Buenos Aires puede presentar valores excepcionales en elementos naturales como el Río de la Plata, una de las cuencas fluviales más grandes o la llanura pampeana y obviamente también desde el punto de vista del patrimonio cultural, tanto en lo urbanístico como en lo arquitectónico y artístico.

LOS ESCENARIOS CONVERGENTES:
BIENES CULTURALES Y NATURALES

Como complementación a esta valoración integradora del Paisaje Cultural, hacemos un análisis de los elementos que permiten comprender los requisitos patrimoniales que confluyen en la Ciudad de Buenos Aires. De todos modos estos bienes culturales adquieren su carácter de referencia e identidad en la medida que existe una vital relación con los mismos dada por la población en sus manifestacionse de apropiación y tutela. Por lo tanto son “ellos y sus circunstancias”.

(Para su caracterización hemos tomado los artículos 24 a 29 de ese mismo Documento de UNESCO)

Bienes Culturales

Si nos remitimos al Art. 24 de la Convención exige para monumento, conjunto o lugar un valor universal excepcional. En este sentido es clara la diferencia de Buenos Aires con otras ciudades del continente que han sido declaradas como Centros Históricos por la importancia de su arquitectura colonial. Buenos Aires nos muestra sin embargo una arquitectura de gran calidad correspondiente a las últimas décadas del siglo XIX y comienzos del siglo XX.

Ellas, fruto del proceso de integración al mercado mundial, a la asociación con el gusto francés impulsado por la École des Beaux Arts y al prestigio urbano de París que actuaba como modelo, se potencia con las transferencias tecnológicas británicas, y profesionales de diversas partes de Europa que definen el carácter “cosmopolita” de la ciudad. Por ello Buenos Aires atestigua superlativamente “un intercambio de influencias considerable durante un período concreto o en un área cultural del mundo determinada, en los ámbitos o la tecnología, las artes monumentales, la planificación urbana, la creación de paisajes” (Art 24 a)ii)

Algunas de las obras arquitectónicas de Buenos Aires como el palacio de las aguas Corrientes o el primer tren subterráneo (1913) constituyen ejemplos “eminentemente representativos de un tipo de construcción o de conjunto arquitectónico o tecnológico, o de paisaje que ilustre uno o varios períodos significativos de la historia humana”. (Art. 24 a) iv).

Su planificación urbana con la adaptación de la cuadrícula hispana a la planicie pampeana y el crecimiento constante sobre el río “representa un ejemplo destacado de formas de asentamiento humano o de utilización de las tierras representativa de una cultura” (Art. 24 a) v).

La condición central de Buenos Aires para ser nominada reside en la vitalidad de su actividad cultural y la capacidad de la misma para integrar los elementos de su patrimonio natural y cultural. Los bienes culturales adquieren la calidad de patrimoniales en el mismo momento en que son valorados, reconocidos y utilizados por la comunidad. De esta forma confieren identidad a la sociedad y a la vez testimonian a la misma en su desarrollo histórico-cultural. Buenos Aires vive estas condiciones pero además potencia otras formas de relación mítica y simbólica de los habitantes con su ciudad, que se expresa en lugares concretos (bares, café, esquinas, clubes) o en “no lugares” que forman parte de un imaginario literario y que en definitiva son “sitios de la memoria” urbana.

Por ello la ciudad cumple claramente con el requisito de “estar directa o materialmente asociado con acontecimientos o tradiciones vivas, ideas, creencias u obras artísticas y literarias que tengan un significado universal excepcional” (Art. 24 a) vi)

La arquitectura de Buenos Aires de sus diferentes períodos históricos responde al criterio de “autenticidad en lo relativo a su concepción, sus materiales, su ejecución o su entorno y, en el caso del paisaje cultural, en lo referente a su carácter o sus componentes distintivos” (Art. 24 b) i). En la zona definida para la Declaratoria se incluyen obras correspondientes a los siglos XVIII al XXI y un conjunto relevante de ellas configuran una expresión calificada de la arquitectura continental de los siglos XIX y XX. Es posible leer en esta arquitectura las distintas influencias de los modelos decimonónicos desde el academicismo al eclecticismo y encontrar ejemplos sobresalientes de la arquitectura neocolonial, racionalista, art déco y del movimiento moderno. En general se trata de obras de gran calidad de construcción y que responden a muy variadas tipologías. La ciudad es en cierta manera un museo de arquitectura donde es posible leer los cambios de gusto y sensilbilidad de sus comunidades y a la vez entender los valores simbólicos, históricos, culturales y económicos que estas arquitecturas reflejan. Por ello la autenticidad de las mismas las convierte en testimonio de las identidades históricas acumuladas.

Similares consideraciones pueden hacerse si nos remitimos al Art. 27, referente a “Conjuntos urbanos”.

Estamos en Buenos Aires reconociendo meramente obras de valor singular sino conjuntos urbanos que van desde fragmentos de valor arquitectónico-artístico hasta barrios con diversidad de modos de vida y de paisaje urbano. La riquezas de escenas urbanas que ofrece Buenos Aires es justamente uno de los elementos a rescatar. Se trata no solamente de asentamientos desarrollados en diversos tiempos históricos (como el Barrio Sur y el Barrio Norte) sino también con expresión diferenciada de valores sociales y culturales (La Boca o Palermo). Estos conjuntos constituyen testimonios vivos de la diversidad cultural y de la pluralidad de identidades que garantiza la cultura de Buenos Aires.

Buenos Aires es una ciudad histórica “viva que por su propia naturaleza, han evolucionado y evolucionarán de resultas de mutaciones socioeconómicas y culturales.” Es cierto que ello “hace más difícil cualquier evaluación en función del criterio de autenticidad y más aleatoria cualquier política de conservación” como señala el Art. 27 ii, pero a la vez enriquece las posibilidades de entender las variadas autenticidades que ofrece el patrimonio y las distintas formas de intervención sobre el mismo a partir de criterios claros de conservación. La ciudad como un cuerpo vivo en permanente cambio nos exige en esta política de valoración patrimonial, la capacidad de contextualizar las expresiones culturales de nuestro tiempo histórico con respeto al patrimonio que heredamos. Solo de esta manera aseguramos que estamos construyendo el patrimonio del futuro.
Con claridad señala la UNESCO que “En el caso de las ciudades históricas vivas las dificultades son múltiples, fundamentalmente a causa de la fragilidad del tejido urbano (que ha sufrido a menudo grandes trastornos desde el comienzo de la era industrial) y de la urbanización galopante de las periferias. Para ser incluidas en la Lista, las ciudades deberán destacarse por su calidad arquitectónica y no podrán evaluarse solamente desde un punto de vista abstracto en función del papel que puedan haber desempeñado en el pasado o como símbolos históricos” (Art. 29) Justamente en el caso de Buenos Aires se está ponderando una valoración actual de la ciudad, en términos de aceptar los procesos históricos en sus factores positivos y negativos, en la medida que la construcción cultural de una sociedad heterogénea ha ido dejando huellas de esos procesos de cambio. La Traza es el elemento más persistente junto con los contextos naturales que dan origen y posibilitan la evolución de la ciudad: Río de la Plata y pampa. La propia traza muestra las huellas ideológicas de la planificación urbana (avenidas y diagonales), de la presencia del equipamiento e infraestructura (vías férreas y autopistas) y de las transformaciones de los modos de vida (terciarización de “la city”). El tejido urbano se ha fragmentado por la valorización de la tierra y la densidad de la construcción ha cambiado el perfil de ciertas áreas, todo ello representa la posibilidad de entender los cambios urbanos y expresan los valores de la sociedad en sus diversos tiempos históricos. El paisaje urbano de Buenos Aires configura así, en un área ponderada por las calidades de sus ejemplos arquitectónicos puntuales y de sus conjuntos, una alternativa de valoración de la ciudad cuando define su rol de capital del país y el ejercicio de esa misma gestión a través del tiempo.

ESCENARIO AMBIENTAL

Con respecto a los criterios para la inscripción de bienes pertenecientes al patrimonio natural en la Lista del Patrimonio Mundial, la UNESCO establece que para considerarlo de un valor universal excepcional, debe cumplir con por lo menos uno de cuatro criterios generales. Entre los mismos, cabe mencionar:

ART. 44:

“iv) contener los habitat naturales más representativos y más importantes para la conservación in situ de la diversidad biológica, comprendidos aquellos en los que sobreviven especies amenazadas que tienen un valor universal excepcional desde el punto de vista de la ciencia o de la conservación”.

Vale la pena tener en cuenta que el aporte de la casi totalidad de las grandes ciudades del mundo a la conservación de la diversidad biológica puede considerarse insignificante si se tiene en cuenta que el grado de antropización que produce la urbanización se manifiesta en la desaparición de la mayoría de las especies propias de la zona frente al avance del hombre como especie dominante.

Sin embargo, la existencia dentro de la Ciudad de Buenos Aires de una reserva ecológica con las características de la Reserva Ecológica Costanera Sur proporciona un carácter diferente y excepcional a esta Ciudad en cuanto a la posibilidad concreta de contribuir a la conservación de la biodiversidad.

Un análisis de los ambientes característicos de la Reserva muestra el carácter significativo del aporte de la Ciudad de Buenos Aires a la conservación in situ de la diversidad biológica.

· Áreas Lagunares

Se trata de cuerpos de agua estancos, de carácter permanente o temporario. La escasa profundidad favorece el desarrollo de plantas microscópicas, palustres, sumergidas y flotantes como helechitos de agua, lenteja de agua y repollito, conformándose una serie de ambientes diferenciables según la vegetación dominante. En las orillas de las lagunas se instalan juncales, totorales y otras plantas arraigadas.

Es común encontrar en estos ambientes numerosas aves acuáticas; se reconocen más de 250 especies de aves aunque no todas están presentes en la misma época del año, ni representada por el mismo numero de ejemplares: algunas forman grandes bandadas; de otras solo pueden verse grupos pequeños o individuos solitarios.

Las aves se desplazan libremente. Algunas especies encuentran aquí alimento y refugio durante los meses de invierno. Otras solo se detienen brevemente haciendo un alto en sus migraciones anuales. Pero hay muchas que permanecen en la reserva todo el año, nidificando y criando sus pichones.

La mayoría son autóctonas de las lagunas pampeanas, el macá, el biguá, especies buceadoras, la garza mora y garza blanca, pato sirirí pampa y el majestuoso cisne de cuello negro, pato capuchino (Anas versicolor), gavilán caracolero (Rosthramus sociabilis, carao (Aramus guarauna, gallaretas (Fulica sp), polla de agua (Gallinula chloropus), jacana (Jacana jacana), gaviota de capucho (Larus maculipennis),

También se encuentran mamíferos como el coipo (mal llamado Nutria) y reptiles como la tortuga de agua y el lagarto overo, también llamado “iguana”. Aquí la fauna encuentra refugio para la construcción de sus nidos o madrigueras.

Más difíciles de observar, otros grupos zoológicos también están presentes: varias especies de peces y abundantes anfibios representados por la rana criolla, que vive en lagunas y charcos temporarios, la rana del zarzal que tiene la capacidad de cambiar el color de su cuerpo de acuerdo al sustrato en donde se encuentre, variando desde el verde brillante hasta el marrón y el sapito cavador que habita en los pantanos temporarios y campos inundados, y cuando no se reproduce permanece en cuevas que excava con sus patas posteriores.

Existen además innumerables insectos y otros invertebrados que pueden descubrirse en el agua, entre la vegetación o atravesando los caminos.

· Área caminos o terraplenes

Con una variada flora, poseen predominio de especies exóticas como el ricino y el Paraíso. Entre las autóctonas se encuentran el ceibo y la cina-cina. El arbustal de chilca se desarrolla en suelos arenosos, formando una cubierta densa, muchas veces pura, careciendo prácticamente del estrato herbáceo.

Desde los caminos se puede observar una gran variedad de árboles, hierbas y arbustos típicos del delta y la ribera rioplatense.

· Área de pastizal.

Está formada por pastos gigantes llamados cortaderas o cola de zorro, debido al brillante y plumoso penacho donde se encuentran las semillas. Aquí es muy común observar verdones y picos de plata, donde se alimentan, descansan y se reproducen.

Entre las matas de pasto habitan ratones de campo que por su color pasan desapercibidos para todos, menos para su predadores: gavilanes y culebras. En el cortaderal se encuentra al acecho la yarará o víbora de la cruz, que se alimenta principalmente de aves y roedores. También es común ver en este mismo ambiente a la culebra verde, la cual suele encontrarse enroscada sobre las cortaderas como si fuese una hoja más.

· Áreas de bosques

Presentan una composición homogénea, como el bosque de aliso, muy común en el noreste argentino, y el bosque de sauce, que desde el río Chubut hasta el norte del país está presente en todos los cursos de agua. Están combinados con varias especies vegetales como el pasto de los bañados, que al secarse forma la mayor parte del piso del bosque.

Es muy frecuente encontrar merodeando en estos ambientes, zorzales, tacuaritas, carpinteros reales, y alguna lechuza de los campanarios.

Este ambiente se convertirá con el tiempo en selva marginal, tal como existía antiguamente bordeando el Río de la Plata, proceso aún incipiente

En los bosques se pueden diferenciar cinco estratos: muscinal, herbáceo, arbustivo, arbóreo, y epífitico. Comparativamente el sauzal es más rico que el alisal en plantas epífitas, como el clavel del aire y trepadoras.

En síntesis, este predio de 350 ha, con más de 250 especies de aves y más de 150 especies de otros animales, es el mayor espacio verde urbano y reservorio natural de flora y fauna nativa. Todo esto a tan sólo 5 minutos del gigante de hormigón y asfalto que es la ciudad de Buenos Aires.

No se trata de especies amenazadas, pero sí de formaciones ecológicas amenazadas. El avance de la urbanización ha hecho desaparecer la casi totalidad de las formaciones ecológicas equivalentes que existían sobre la costa del Río de la Plata. Subsisten algunas de ellas por separado, pero la integralidad del sistema que incluye lagunas, bosques y pastizales es una característica distintiva de la Reserva Ecológica Costanera Sur.

Por otra parte, también debe mencionarse la importancia ecológica del Río de la Plata. El Plata y sus afluentes, al igual que el Amazonas, posee una compleja relación biológica con sus márgenes, lo que hace especialmente importante la conservación conjunta.

La extrema turbiedad natural de las aguas del Río de la Plata impide que se desarrolle el proceso de fotosíntesis, que es la base de la pirámide alimentaria en la mayor parte de los cursos de agua del mundo. En consecuencia, los peces, crustáceos, mamíferos y demás seres vivos del río dependen de las costas para su alimentación. Los frutos que caen al agua desde los bosques de ribera y la materia orgánica que obtienen los peces cuando “suben” a la costa durante las crecidas periódicas y durante las pleamares, son dos ejemplos de las innumerables interacciones entre la costa y los seres vivos del agua[i].

Para referirnos a un par de casos concretos, en el ecosistema originario, los cangrejos costeros comen los detritos del río y varias especies de peces aprovechan la marea alta para comer los cangrejos. Asimismo, las lagunas costeras sirven de habitat a diversas especies de aves que se alimentan de los peces del río.

La artificialización de la mayor parte de la costa argentina del Río de la Plata ha detenido este proceso natural y ha obstaculizado esa relación biológica, lo que plantea el riesgo de empobrecimiento de la diversidad biológica, tanto del río como de la costa. El establecimiento de la mencionada área de conservación costera en la Ciudad de Buenos Aires permite mantener los procesos ecológicos esenciales que se mencionaron más arriba.

De este modo, la Ciudad de Buenos Aires contiene “los habitat naturales más representativos y más importantes para la conservación in situ de la diversidad biológica” de su área natural.

ii) “ser ejemplos eminentemente representativos de procesos ecológicos y biológicos en curso en la evolución y el desarrollo de los ecosistemas y las comunidades de vegetales y animales terrestres, acuáticos, costeros y marinos.”

Como se señaló anteriormente, en el caso de los ecosistemas de la Reserva Ecológica Costanera Sur, se trata de formaciones ecológicas en evolución, las que probablemente aún no hayan alcanzado su etapa clímax y se espera que se desarrollen aproximándose cada vez más a los ecosistemas originarios de la región. Es decir, los que existían con anterioridad a la fundación de la Ciudad de Buenos Aires. No hay ninguna gran ciudad en el mundo que tenga en su interior testimonios tan representativos del medio natural existente antes de su fundación.

Por supuesto, que cuanto más se desarrolle el mencionado ecosistema hasta llegar a su fase clímax, más complejas serán sus interacciones con el Río de la Plata y mayor será su contribución a la conservación del mismo.

Por otra parte, su excepcionalidad se refuerza por tratarse de un proceso de naturalización, en el cual un relleno artificial, efectuado con restos de demolición, fue colonizado por formaciones vegetales que fueron conformando los ecosistemas actuales. Es decir, que se trató del proceso inverso al que se registra en todo el mundo, de progresiva artificialización de los paisajes y las formaciones naturales.

iii) “representar fenómenos naturales o áreas de belleza natural e importancia estética excepcionales”.

Desde el punto de vista paisajístico es también excepcional la imagen que el visitante de la Reserva puede tener del imponente perfil de los altos edificios de la Ciudad a través de las cortaderas, los bosques y lagunas, imposible de encontrar en otra ciudad del mundo.

Las personas que se encuentran en ese punto, pueden contrastar en el mismo golpe de vista dos paisajes que en cualquier otro contexto estarían separados por cuatro siglos de distancia: un paisaje natural muy semejante al que vieron los fundadores de la Ciudad de Buenos Aires en 1580 y, simultáneamente, el perfil de rascacielos de una gran ciudad del siglo XXI.

Con respecto al paisaje del Río de la Plata, puede destacarse su excepcionalidad, Se trata de una masa de agua dulce, de la cual no alcanza a verse la orilla opuesta. Esto genera un sentimiento de inmensidad, que suele asociarse habitualmente a paisajes marinos, antes que a paisajes fluviales.

Curiosamente, el paisaje pampeano, de una enorme llanura, sin accidentes geográficos significativos, provoca sentimientos parecidos. Descripta como “el mar en la tierra”, Humboldt dijo que la pampa “despierta el sentimiento del infinito”.

Con respecto a las condiciones de integridad, establecidas en los ítems del párrafo 44 b), podemos destacar el cumplimiento de las siguientes:

ii) “Los sitios descriptos en el párrafo 44 a) ii) habrán de ser bastante extensos y contener los elementos necesarios para ilustrar los principales aspectos de esos procesos esenciales para la conservación a largo plazo de los ecosistemas y de la diversidad biológica que contengan”.

En la Ciudad de Buenos Aires el área de conservación incluye la costa del Río de la Plata y la totalidad de las formaciones naturales costeras: lagunas, pastizales y bosques. Por otra parte, el tamaño de las áreas protegidas es suficiente como para asegurar su sustentabilidad natural.

iv) “Los sitios descritos en el párrafo 44 a) iii) deberán tener un valor estético excepcional e incluir zonas cuya conservación sea esencial para la salvaguarda de la belleza del sitio”.

Tal como se indicó más arriba, la conservación abarca todas las zonas naturales del área, lo cual permite salvaguardar adecuadamente la belleza del sitio.

v) “Los sitios descritos en el párrafo 44 a) iv) comprenderán hábitats que permitan preservar la mayor diversidad posible de animales y vegetales característicos de las provincias y ecosistemas biogeográficos que abarquen”.

Este aspecto ha sido respondido en los párrafos anteriores, al señalar que el área protegida abarca la totalidad de las formaciones naturales de la zona, “En el caso de las especies migratorias, los lugares de reproducción y nidificación estacional y las vías migratorias, cualquiera sea su localización, deberán ser objeto de una protección adecuada”. La protección de la Reserva Ecológica Costanera Sur está integrada por:

  • La Ordenanza de creación de la Reserva.
  • La correspondiente estructura administrativa y su asignación presupuestaria.
  • Plan de Manejo aprobado y en ejecución.
  • El otorgamiento de rango constitucional a dicha protección.
  • El proyecto (en vías de implementación) de pedir la declaratoria de la Reserva como Sitio Ramsar.

 


[i] Foguelman, Dina y Brailovsky, Antonio Elio: “Buenos Aires y sus ríos”, Buenos Aires, Lugar Editorial, 1999.

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