La Esperanza (La herejía de su invisibilidad)

Por Alberto Morlachetti (APE)

El Instituto del Aborigen Chaqueño (IDACH) y el Centro Nelson Mandela de Chaco denunciaron el 21 de mayo un “genocidio étnico” en contra de las comunidades tobas del Impenetrable, víctimas del hambre, el Chagas y la tuberculosis.

Se dice que toda antigüedad es oscura, sin embargo los pueblos del origen tienen la mirada clara y siguen sembrando niños —obstinadamente— entre Palmares de palma blanca y clavel del aire mientras el chajá oficia de centinela y el yaguareté escribe la leyenda del Impenetrable.

Está situado a 130 km al noroeste de Resistencia, capital de la provincia, donde los quebrachales forman comunidades mientras las palomas montesas parecen frutos del Guayacán y el lapacho entrega flores rosadas a la belleza de los días.

El Instituto del Aborigen Chaqueño (IDACH) y el Centro Nelson Mandela de Chaco denunciaron el 21 de mayo un “genocidio étnico” en contra de las comunidades tobas del Impenetrable, víctimas del hambre, el Chagas y la tuberculosis.
Bashe Nuhem —comunicadora toba de la Red de Comunicación Indígena (RCI)— sostuvo que ya no pueden sembrar porque les quitaron las tierras, que siete niños se llevó la muerte en 5 meses. “Que apenas tienen espacio para vivir aunque en realidad se van muriendo de hambre”. Sin embargo la muerte de los niños es apenas una estrella fugaz dentro del movimiento de los cuerpos celestes en la esfera armilar. Nunca un crimen.
“Lo más indignante es que los centros de salud no nos atienden porque somos indígenas y nadie llega a nuestros lugares, estamos totalmente abandonados”, denuncia Nuhem desde Castelli la puerta del mítico Impenetrable.

II

El racismo es abominable, una combinación de vértigo y de horror. Considerar a alguien como culpable —como enemigos hereditarios— y odiarlo por pertenecer a una colectividad no “escogida” por él, por aquello de lo que no es responsable, su “nacimiento” en una cultura —de la que los tobas se sienten orgullosos— hace vacilar a los espíritus más nobles que miran de reojo a los nuevos colonizadores como portadores de la nueva utopía ultraliberal: cierta forma de demencia a la que consagran sus vidas.

Rafael Barrett ya en 1909 escribía, cuando los últimos safaris no hayan dejado vivas más que las especies domesticadas, y falten hasta razas inferiores que linchar; cuando el suelo y el aire estén saturados de “civilización” y mientras abajo se respire a máquina, arriba se circule geométricamente; cuando en el planeta—ciudad haya desaparecido el misterio, ¿qué será de nosotros? Espero que las estrellas —las castas estrellas, como decía Macbeth— estarán bastante lejos como para ser contaminadas por el hombre (…) hasta la naturaleza odiamos (…) y también nos odiará la tierra. Vagaremos hambrientos sobre su seno destrozado y estéril.

III

Decidió volverse invisible, mejor dicho propagar la herejía de su invisibilidad, escribe Manuel Scorza. ¡Antaño había sido transparente para las autoridades, hoy sería invisible para todos los hombres! Blindado por su armadura de cristal cruzaría hitos velados, penetraría a caseríos resguardados, convencería a los tímidos, seduciría a los prudentes. Chinche lo había creído invisible durante años. ¿Por qué no aceptaría una transparencia capaz de aniquilar todas las prohibiciones? ¡Sería invisible! Él mismo difundiría la soberbia impostura. ¡Sería invisible para todos los hacendados y vigilantes del mundo, y transparente, inaprensible, intocable, invulnerable, prepararía una magna sublevación! ¿Qué comunero no secundaría a un hombre que jamás sería capturado? ¿Qué peligro corrían con un ser que a voluntad se disolvía? Amanecía. La aurora y su pueblo de pájaros descendían chillando de las grandes nieves. Se levantó y miró al sol.


Fuentes de datos:
Diario La Voz del Interior — Córdoba 29/05/07 y Centro Nelson Mandela de Chaco

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