Acoso a la Asamblea 20 de diciembre 

TALLERES CLANDESTINOS

Por Daniel Giovaninni, Prensa Asamblearia

(03/04/06) — En la tarde de hoy se vivió en el barrio de Parque Avellaneda, un acoso a la asamblea 20 de diciembre, que funciona allí desde hace cuatro años. El local de La Alameda, Directorio y Lacarra, donde se desarrollan varios emprendimientos económicos cooperativos y es sede de la Unión de Trabajadores Costureros, tuvo que ser protegido, paradójicamente dada su historia, por una nutrida guardia de infantería, celulares, un carro hidrante y patrulleros.

Cuando Telerman salió a comunicar que se iba a combatir a todos los talleres clandestinos poniendo en la misma bolsa a los esclavistas, bolivianos o no y a los que tienen desde hace años un proyecto familiar, sumó a muchos hombres y mujeres a la movida organizada por aquellos que ya están caracterizados como manipuladores de los ciudadanos bolivianos, engañados en origen y traídos a la Argentina para trabajar en condiciones de esclavitud. A estos se agregaron los mismos sometidos a estas condiciones laborales, atemorizados por la pérdida de techo y comida para sí y sus hijos.

La consecuencia fue que se juntara un número considerable de trabajadores textiles frente a la sede del gobierno porteño desde el mediodía. Estos, luego se trasladaron hasta La Alameda, en la esquina de Directorio y Lacarra, donde ya estaba esperándolos desde las 16 horas, otro grupo.

Estos bolivianos veían a la Unión de Costureros como responsable de la situación y de las denuncias. Tamara, miembro de la Unión, nos dijo que “se nos responsabiliza por las denuncias sobre las que se están haciendo los allanamientos pero eso no es verdad. El gobierno se está manejando con las denuncias hechas por vecinos. Nosotros tenemos una lista de más de cien talleres clandestinos, pero no avanzamos hasta que no se nos garantice que se les dará asistencia a los trabajadores. Documentos, máquinas y condiciones de trabajo” Recordemos que el sindicato elaboro un proyecto de ley por el cual garantiza la expropiación de las maquinas para ser usadas por los trabajadores damnificados

Se pudo observar entre los organizadores a dos periodistas de la comunidad, Rolando Nogales, de la Página de Rolando y Alfredo Ayala, de Estación Latina, ambos relacionados con los talleristas esclavistas. Junto a ellos estaba Juan Carlos Salazar Nina, quien tiene una causa abierta por reducción a la servidumbre, que se tramita en el juzgado del Juez Oyarbide El número lo completaban aquellos que habían llegado atemorizados ante la posibilidad de perder su fuente de trabajo familiar.

Ambos grupos de bolivianos estaban aglutinados por lo que José Schulman, representante de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, señaló como “el clásico discurso fascista que descalifica a alguien por lo que es, o como en este caso, por lo que no es. Gustavo Vera no es boliviano y esto ha despertado una clásica respuesta de cancha. “

Este discurso fue abonado por el Cónsul boliviano, Álvaro González Quint, quien en el mes de noviembre dijera que no hablaría con Vera por ser Argentino. Esto motivó una denuncia por discriminación por parte de la Unión de trabajadores.

Esta manipulación discursiva por parte de los organizadores hizo que las demandas de los congregados se centraran en hacer quitar la bandera boliviana que flameaba en el lugar, así como el cartel de la asamblea que tiene las banderas de Argentina y Bolivia enlazadas y la pancarta de la Unión de Trabajadores Costureros, sindicato recientemente creado a instancias de muchos trabajadores que recuperaron su libertad y su voz, y escrito en letras amarillas y verdes.

De las condiciones de esclavitud o de los seis muertos encerrados tras las rejas del taller de la calle Luis Viale, nada.

Afuera de la Alameda

En el centro de la manifestación estaban quienes respondían directamente a los organizadores. Las consignas eran orientadas desde un megáfono y una enorme provisión de huevos fue estrellándose contra el frente del local.

Se movían también otras fuerzas, interesadas desde hace tiempo en el local ocupado por la Asamblea, como por ejemplo un reconocido puntero peronista del barrio, identificado por vecinos como Reta. Se lo vio a este hombre, desesperado, dando órdenes desde su celular, para que quedara frente a los medios alguno de los “cabecillas”, así lo manifestaba, a modo de vocero para que éstos no pusieran el micrófono en la “boca equivocada”. “Ahí le están tomando el número de teléfono y los datos a esta mina que es una quilombera, yo la conozco” decía, mientras caminaba ansioso.

Mientras, en la periferia de la aglomeración, las voces se apilaban desordenadas y anónimas. Allí, sin mucho esfuerzo, se podían encontrar otras broncas, otras necesidades que no se resolvían con los huevazos.

“Dicen que los bolivianos somos esclavos y no, no somos esclavos. No vamos a mentir, no. Nosotros trabajamos doce horas, depende de cada uno. Para trabajar ocho horas, los precios que nos pagan los fabricantes no nos cubre para dar de comer a la familia”.

“Tenemos los documentos en regla pero no el taller en regla, trabajamos en nuestra propia casa. No nos cubren los precios que nos pagan. Necesitamos que la plata que nos exigen para habilitar nos la rebajen. Nos exigen precios altos para habilitar nuestros talleres, necesitamos que nos rebajen a precios justos.” (Quien decía esto no quiso explicar quien o quienes les cobran para la habilitación).

” Los patrones nos pagan lo que se les antoja así que no nos interesa armar nada con ellos”

“Estamos cansados de ser perseguidos por la policía, llevás una bolsa y te paran y te sacan todo lo que tenés, yo no quiero andar así, yo vivo acá en La Argentina desde hace 22 años, mis hijos son argentinos y yo tengo que luchar por ellos ahora”

“Aparte, no solamente bolivianos trabajan de esta manera, trabajan así argentinos, egipcios y de todas las nacionalidades, no es una cuestión de nacionalidades”. Para lo que sí servía esta cuestión, era para agruparse en torno a los esclavistas.

En este mosaico no faltaron las vecinas caracterizadas por juntar firmas contra la Alameda por ser, entre otras cosas un “centro de bolivianos que hace imposible la vida”, así lo dijeron en su momento. Estas mujeres caminaban hoy, con un palillo en la ideología para que no se escape, entre los presentes comentando a quien las quisiera escuchar, su solidaridad y la necesidad de que la Alameda desparezca.

Adentro de la Alameda

Alrededor de doscientas personas se apiñaban dentro del local, en defensa del sitio. La mayoría eran los trabajadores fundadores del sindicato. Además se hicieron presentes miembros de organismos de derechos humanos, asambleístas, periodistas y un grupo de trabajadores del MTL.

Las voces que se pudieron escuchar fueron las de los trabajadores, que como en el caso de Gloria se sentía indignada y amenazada por la presencia fuera, de quien la había engañado y traído a la Argentina: Rosalía Sarturi. “Me vino a amenazar hace un rato y me dijo que no me va a pagar ni un centavo. Me debe de dos años de trabajo y a mi esposo le debe de tres. Yo he ido al consulado boliviano. El consulado no me ayuda. Nadie me va a ayudar. He venido aquí y aquí me han ayudado con un abogado que me ayuda gratuitamente. Mi esposo ha agarrado tuberculosis en ese taller. Rosalía Sarturi sigue trayendo gente indocumentada…ella pone un anuncio en la radio Splendid de la ciudad del Alto de la Paz, diciendo que nosotros podemos venir a trabajar acá. Ella pide garantías de allá, quinientos dólares y nos engaña diciendo que el pasaje sale entre quinientos y novecientos dólares. Nos obliga a trabajar un año ahí, sin salir. Ella está en Cárdenas 2012. Estuve ahí hace dos meses. Vi a señoras trabajando en la recta con su bebé, encerrados. Ahora está afuera en medio de todos los talleristas.”

José Schulman, de la Liga, confeccionó una lista con los nombres de varios de los presentes dentro del local para presentar un “recurso de habeas hábeas preventivo a favor de todos los compañeros que aparecieron públicamente y han sido amenazados por los talleristas y sus agentes, exigiéndole al Estado que tome los recaudos para impedir que las agresiones se concreten.”

Además, se confeccionó un escrito exigiéndole al gobierno de la ciudad para que se presente a poner la cara y explicar las acciones que está llevando adelante, así como las medidas que desarrollará con los damnificados, los trabjadores esclavisados.

Cerca de las 20, y después de cuatro horas de acoso, los organizadores decidieron retirarse en tanto quienes se acercaron con sus temores hacían lo propio, lentamente.

Ha quedado una guardia de la Policía Federal custodiando el lugar.

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