El tabaquismo afecta más a los pobres

A esa conclusión arriba un documento emitido por la Alianza Libre de Humo de Tabaco – Argentina. ALIAR es una coalición de organizaciones de la sociedad civil que trabajan en red para la promoción de legislación de ambientes 100% libres de humo en todo el territorio argentino con el fin de proteger la salud de la población de los efectos mortales del humo de tabaco ajeno y desincentivar el consumo de tabaco.

El documento resalta un aspecto novedoso del tabaquismo: afectaría a los pobres en mayor medida que a quienes no lo son.

ALIAR afirma que “poco se ha dicho del impacto que el tabaco tiene en la profundización y la perpetuación de la pobreza. Existe una relación inversa entre niveles de ingreso y prevalencia de consumo de tabaco: a menores ingresos, mayor consumo. Mientras las transnacionales tabacaleras se enriquecen, el tabaco genera muerte, enfermedad y aumenta las brechas entre ricos y pobres”.

El consumo de tabaco es el único factor de riesgo común para las cuatro enfermedades no trasmisibles más graves
.
Las enfermedades no transmisibles (ENT) son la principal amenaza para la salud humana. Estas incluyen a las enfermedades cardiovasculares, el cáncer, la diabetes y las enfermedades respiratorias crónicas. Los cuatro factores de riesgo más importantes de las ENT son el uso de tabaco, los hábitos alimentarios inadecuados, el sedentarismo y el abuso de alcohol, todos ellos determinantes sociales evitables y prevenibles. El consumo de tabaco es el único factor de riesgo común para las cuatro enfermedades.En Argentina, según la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo de 2009 (ENFR 2009) desarrollada por el Ministerio de Salud de la Nación y el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, el 30,1% de la población de entre 18 y 64 años fuma y el 40,4% está expuesto habitualmente al humo de tabaco. Esta exposición aumenta entre los jóvenes, que se ven afectados en un 78%. Argentina es uno de los países de mayor consumo de tabaco de América Latina y posee un consumo per capita que se ha mantenido estable en los últimos años a pesar a la leve disminución de la prevalencia. Este consumo se estima en 1014 cigarrillos por año por habitante mayor de 15 años y es el más alto de la región.

El consumo de tabaco es responsable del 30% de todas las muertes por cáncer, del 90% de los cánceres de pulmón, de alrededor del 80% de las muertes por enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y del 20% de las enfermedades cardiovasculares.

Mucho ha sido difundido sobre el impacto del tabaco en la salud. Sin embargo, poco se ha dicho del impacto que el tabaco tiene en la profundización y la perpetuación de la pobreza. Existe una relación inversa entre niveles de ingreso y prevalencia de consumo de tabaco: a menores ingresos, mayor consumo. Mientras las transnacionales tabacaleras se enriquecen, el tabaco genera muerte, enfermedad y aumenta las brechas entre ricos y pobres.

En algunos países la prevalencia del tabaquismo en el sector de menores ingresos duplica a la que se registra en el sector de mayores ingresos. Además, la evidencia ha demostrado que los grupos más vulnerables gastan más en cigarrillos que en salud o educación. El hecho de que la nicotina provoque una adicción más poderosa que la que provoca la cocaína explica por qué a pesar de condiciones de extrema pobreza, el gasto en tabaco puede incluso representar más del 10% del presupuesto mensual de las familias de bajos ingresos, lo que deteriora su calidad alimentaria y nutricional y perpetúa el empobrecimiento y las condiciones de riesgo.

Los fumadores y fumadoras pobres además se enferman y se mueren más que los ricos: en comparación con el sector de mayores ingresos, el riesgo de muerte atribuible al tabaco es un 40% mayor en individuos con un nivel de ingresos bajo, tienen un 45% más de riesgo de sufrir enfermedad coronaria, un 50% más de riesgo de padecer cáncer de pulmón y un 52% más de probabilidades de tener bebés nacidos con bajo peso.

Los determinantes sociales que llevan a que el tabaco genere más daño en los grupos de menores recursos son numerosos: el mayor consumo de tabaco se suma a las peores condiciones sociales, ambientales y al menor acceso al sistema de salud, entre muchos otros. La evidencia es clara: el tabaco golpea mucho más fuertemente a los pobres y perpetúa el círculo vicioso de la exclusión social.

A pesar de estos datos, en nuestro país, durante los últimos 40 años, todos los proyectos de ley de control de tabaco que contemplaban medidas efectivas para reducir la epidemia del tabaquismo han fracasado sistemáticamente en el Congreso de la Nación y han perdido estado parlamentario. Si a la inacción política se le suma la interferencia de las corporaciones tabacaleras que protegen su negocio a costa de la vida de la población, el aumento de las brechas en el consumo de tabaco entre ricos y pobres y las dificultades de acceso a los servicios de salud, el resultado es el aumento en el impacto sanitario, económico y social del tabaco, cuyo costo principal son las decenas de miles de muertes prematuras y evitables que golpean más duramente a los grupos más vulnerables de nuestro país.

La puesta en marcha de una política de Estado destinada a controlar la epidemia del tabaquismo constituye una herramienta para reducir la exclusión social. En Argentina, en materia de control de tabaco, casi todo está por hacerse. Los diputados nacionales se comprometieron a fines del año pasado a dar sanción definitiva a la ley nacional de control de tabaco que favorecerá que se adopte una política sanitaria efectiva para luchar contra la epidemia de tabaquismo. La ley nacional es esencial para fortalecer la salud pública y garantizar los mismos derechos a todos los habitantes del país y sería una muy buena manera de empezar a saldar esta deuda con la población argentina.

Te puede interesar