¿OPERACIÓN DE PRENSA DE IRSA EN LA NACIÓN?

El matutino revela la existencia de una peligrosa villa en Puerto Madero al tiempo que el grupo empresario encara la construcción y venta de un barrio privado a escasos metros de allí.

Por Alfredo Roberti 

Un sueño xeneize

Alberto J. Armando, el legendario presidente del club, había prometido la inauguración del nuevo estadio del club para el 25 de mayo de 1975 dentro de la Ciudad Deportiva de Boca Juniors en la Costanera Sur. El estadio no llegó siquiera a empezarse. Las setenta hectáreas ganadas al río, que eran una concesión, debían volver a manos del Estado. Pero en 1989, Carlos Menem autorizó la venta y el club hizo un negocio millonario. Los terrenos que el Gobierno le cedió a Boca Juniors en forma gratuita, fueron vendidos al Grupo IRSA en 50 millones de dólares. Y hoy, en el lugar, la empresa va a construir un barrio privado. IRSA propone “un proyecto esencialmente residencial, que por su envergadura, estará destinado a elevar el nivel de la zona”. En ese lugar serán levantadas las 20 torres del barrio Santa María del Plata.

La Villa Rodrigo Bueno

Entre las 70 hectáreas del emprendimiento privado de IRSA y las 317 hectáreas de la Reserva Ecológica se extiende a lo largo de un estrecho canal, un asentamiento con unas 400 viviendas precarias. Ocupa apenas cuatro hectáreas, pero pasa inadvertido por los escasos 15 metros de frente que se ven desde la calle, a no más de 200 metros de la fuente de Lola Mora. Después de la muerte del músico bailantero, comenzó a llamarse Villa Rodrigo Bueno.

En nuestra edición de La Urdiumbre (revista impresa) de noviembre del 2003 advertíamos: “No podíamos dejar de reparar en esta curiosa situación donde los más beneficiados con el modelo de exclusión terminarán viendo bajo sus torres a los más castigados, separados tan sólo por un angosto curso de agua semiestancada, salvo que paguen una orientación con mejor vista o –como es de sospechar– hagan algo al respecto“.

En La Nación de hoy se puede leer “A pocos metros de allí, la constructora IRSA proyecta desarrollar un emprendimiento inmobiliario con un costo aproximado de 500 millones de dólares, pero el crecimiento de la villa está afectando sus planes“. Tal como lo suponíamos entonces, IRSA decidió hacer algo al respecto.

IRSA monta una operación de prensa con la ayuda de La Nación

“Sobre tierras de la Reserva Ecológica, a un paso de Puerto Madero y frente a donde se proyecta el millonario barrio Santa María del Plata –en lo que hace muchísimos años iba a ser la Ciudad Deportiva de Boca– crece una de las villas más peligrosasde la ciudad”. dice José Ignacio Lladós de la redacción del diario en su artículo de hoy martes 18 de enero titulado “Una villa en plena Reserva” con el acápite “Frente a Puerto Madero, un asentamiento en el que no entra la policía” y un subtítulo: “Tiene unas 2000 personas y crece día tras día; se la considera muy peligrosa“. En otro párrafo ” El gobierno porteño ha prometido erradicarla, tal como lo reclaman un grupo empresarial y una ONG, pero el asentamiento no deja de crecer”.

Más adelante insiste: “se trata de una ‘villa muy brava‘, según un funcionario del gobierno porteño”. El cronista vuelve a la carga: “..es una villa de avería, muy pesada, en la que no entra ni la policía, relató un funcionario de gobierno que pidió la reserva de su nombre. La mayoría de sus habitantes es extranjera. Y como no hay organizaciones políticas ni religiosas, tampoco hay contención, explicó”. Y a continuación remata: “A esa gente la manejan punteros. Algunos son muy peligrosos, se quejó Irene Verbitsky, de la Asociación Civil por la Reserva”.

La vieja costumbre de invocar la seguridad

“La mudanza –que se había aplazado a causa del mal tiempo– se concretó ayer, pese al descontento de algunos vecinos de Puerto Madero, que ven amenazados el espacio verde y la seguridad del barrio”. La cita corresponde a una nota de Marina Gambier en La Nación del 8 de abril del 2004 y exhibía la supuesta preocupación de algunos vecinos de Puerto Madero, por la instalación de puestos de artesanos, los fines de semana en una feria patrocinada por el Gobierno de la Ciudad que ocupa cien metros sobre la Avda. Calabria próxima a la fuente de Las Nereidas de Lola Mora. Está claro que el recurso periodístico esconde la alineación ideológica del medio bajo el manto de un colectivo imponderable: ¿cuántos son algunos vecinos?. ¿Y por qué un grupo de módicos artesanos y pequeños comerciantes representarían un problema de seguridad?.

Ahora, en cambio, hay un negocio de 500 millones de dólares. Eso amerita poner en boca de funcionarios a los que no se identifica la calificación “de una de las villas más peligrosas de la ciudad, con gente de avería, muy pesada” … etc., y afirmar que la villa crece día a día cuando en realidad hay 400 familias constreñidas por la geografía del lugar viviendo en condiciones infrahumanas, sin agua, ni gas, ni luz, ni cloacas.

Propuesta de solución

La impaciencia del Grupo IRSA es entendible: necesitan mostrar a los futuros clientes un entorno acorde con Puerto Madero. La villa no se ve a nivel del suelo, pero sería muy notoria para los ocupantes de las torres con orientación norte, algo “que debemos evitar a toda costa” podría haber sido el razonamiento de los directivos de la empresa.

La villa tiene sólo dos formas de desaparecer: una es urbanizándola, o sea dotando al lugar de todos los servicios y construyendo viviendas dignas para sus ocupantes; la otra es erradicándola es decir consensuar (como corresponde a estos tiempos de democracia) con sus ocupantes el traslado a otra zona en forma colectiva u ofreciéndoles algún tipo de compensación a las familias para que puedan encarar un proyecto de construcción o compra independientes.

El Jefe de Gobierno dice estar decidido a impedir la urbanización del lugar y ofrece en cambio soluciones de reubicación a sus ocupantes. Pero en uno u otro caso la carga económica deberá ser soportada por los vecinos de Buenos Aires. ¿Por qué? ¿A quien molesta la gente de esa villa? ¿Cuántos delitos se cometen en sus alrededores? La respuesta a la primera pregunta es a nadie y a la segunda ninguno. El asentamiento es virtualmente invisible y en los 25 años que llevamos frecuentando asiduamente la zona jamás hemos escuchado un solo comentario que diera cuenta de algún delito cometido por gente de la villa, ni nos hemos enterado de noticias en ese sentido que hubieran aparecido en los medios. Desde luego, nadie debería vivir en concidiciones tan degradantes como las que soportan los dos mil habitantes del lugar, pero esa es otra discusión.

La solución es simple: el Gobierno de la Ciudad debería negociar con los directivos del grupo para que IRSA se haga cargo. Podrían bancar el traslado de todas las familias destinando apenas el uno por ciento de los 500 millones de dólares del proyecto. Embellecerían así la vista aérea de esas cuatro hectáreas que tanto les preocupan, antes de arruinar definitivamente el paisaje urbano con la construcción de las monumentales torres que piensan levantar, una verdadera pesadilla, además, para el equilibrio ecológico de la Reserva y los saturados servicios públicos de la zona. Pero de eso no se habla, ni forma parte siquiera de otra discusión.

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